¿Estamos realmente concienciados de lo importante que es el deporte para tener una vida sana? Junto con una buena alimentación, hacer deporte es esencial para evitar la resistencia de nuestro organismo a la insulina. Aún teniendo unos buenos hábitos alimenticios, el sedentarismo provoca que la insulina en nuestro organismo no funcione correctamente, provocando patologías graves metabólicas, cardiovasculares, gota, disfunción eréctil, o diabetes.
La OMS define actividad física como cualquier movimiento corporal que implique gasto de energía, por encima del metabolismo basal; es decir, por encima del gasto de energía habitual que nuestro cuerpo usa para realizar las funciones básicas.
Teniendo en cuenta que el deporte ya conlleva sesiones de entrenamiento y tiene un carácter más competitivo, nos centraremos sólo en realizar ejercicio físico, como actividad necesaria para nuestra salud.
Son numerosísimos los estudios que avalan la actividad física como contribución a una buena salud, así como a la prevención de enfermedades como la hipertensión, la diabetes, la osteoporosis, y las derivadas de la salud mental. Y si por actividad física también entendemos una forma básica de ejercicio como es andar, lo más adecuado sería caminar de forma ágil durante, al menos, 30 minutos diarios.
Nuestro cuerpo está diseñado para que, desde niños, se mueva, se ejercite. El problema es que hoy en día, y cada día más, los hábitos sedentarios se han implementado en nuestro día a día. Los niños pasan más horas sentados delante de las pantallas, lo que está generando problemas en ellos que no son propios de su edad, sino de personas más mayores que relegan el ejercicio físico como prioridad.
En el caso de los niños, además de ser muy positiva para su salud, la actividad física, que normalmente se traduce en juegos de equipo, les aporta beneficios como mejoras en las relaciones personales, en las destrezas motoras gruesas y finas, estimula la higiene y la responsabilidad, ayuda a madurar el sistema múscolo-esquelético y a regular el peso corporal.
En el caso de los adolescentes, la endorfina que se genera practicando algún ejercicio físico, contribuye a mejorar el estado anímico y combatir los problemas emocionales típicos de la adolescencia. Mejora las habilidades cognitivas, y el rendimiento pulmonar y cardiaco, incrementando la cantidad de oxígeno en el cerebro, lo que conlleva una mejora en el rendimiento académico.
A medida que vamos cumpliendo años, deberemos adaptar las rutinas de ejercicio físico. Así la actividad aeróbica, los ejercicios relacionados con la flexibilidad, con la fuerza muscular, o el equilibrio, deben de hacerse de forma consecuente y sin pasar al sobreesfuerzo, lo que podría provocar problemas cardiovasculares.
Pero, siempre que no seamos autoexigentes en exceso, la actividad física en la edad adulta nos permitirá mejorar nuestra salud mental, nuestra salud cardio-pulmonar, mantenernos ágiles y flexibles, fortalecer nuestro sistema inmunológico, mejorar la digestión y regular el ritmo intestinal y, en general, aumentar nuestra esperanza de vida.