Para la gran mayoría de nosotros, la llegada de la primavera implica alegría, sol, temperaturas agradables, más horas de luz y disfrute. Sin embargo, para una parte de la población muy importante, supone la exposición a los agentes alérgenos de las plantas que florecen en esta época del año, con los consiguientes problemas que conlleva la alergia a ellos.
¿En qué consiste la alergia? Consiste en que nuestro organismo tiene una reacción exagerada ante un agente externo denominado alérgeno. En primavera, se produce la floración de la mayoría de especies vegetales, árboles, arbustos, helechos, césped… A partir de ese momento comienza la polinización, por lo que el polen empieza a quedar suspendido en el aire. En ese caso, el polen es el agente externo, alérgeno, que provoca la alergia.
La inhalación de polen, por tanto, es la forma más evidente de exponernos a los agentes alérgenos, pero también pueden provocar una reacción alérgica al entrar en contacto con la piel. De hecho, algunos alérgenos de las plantas, pueden provocar dermatitis e irritaciones cutáneas.
La inhalación de polen a través de las vías respiratorias, pone en marcha el mecanismo mediante el cual las proteínas de los alérgenos que contiene dicho polen, desencadenan una respuesta inmunológica. Algunos de los síntomas asociados son la rinitis, la tos, el asma, el picor de ojos y el lagrimeo y los estornudos. En nuestro organismo comienza a producirse Inmunoglobulina E en mayor concentración de la habitual. Este exceso de IgE puede detectarse con un simple análisis de sangre y será indicador para tratar un caso de alergia que aún no haya sido diagnosticado.
También en primavera se dan, con mayor frecuencia, alergias a cierto tipo de insectos y al pelo de otros animales, por la mayor actividad de dichas especies, así como a cierto tipo de frutas y verduras propias de esta época del año.
La prevención pasa por adoptar una serie de medidas, tales como mantener las ventanas cerradas en la medida de lo posible, instalar en la vivienda humidificadores y filtros anti-polen en los sistemas de ventilación, usar aislantes en puertas y ventanas, disminuir las actividades al aire libre en los meses con mayor concentración de polen en el aire, evitando las primeras horas del día y las últimas de la tarde, ducharse y cambiarse la ropa al llegar a casa, no secar la ropa al aire libre, usar gafas de sol y evitar sentarse en el césped o superficies cercanas a los árboles.
También se tornan más llevaderos los síntomas si realizamos lavados nasales con frecuencia para eliminar la cantidad de polen que entra en contacto con la mucosa olfativa y si tomamos alimentos ricos en vitamina C que nos ayuden a tener más activo el sistema inmunitario.
Los tratamientos que se usan para contrarrestar la alergia al polen son la inmunoterapia (la conocida como vacuna de la alergia), los antihistamínicos y los sprays nasales descongestionantes.
En cualquier caso, si tienes duda o crees que puedes tener alergia al polen, no dudes en consultar con tu médico de cabecera. A través de unas sencillas pruebas podrás saber si tienes alergia o no.